¿Por qué es imposible que los filósofos de hoy en día no puedan escribir, al menos en parte, como hablan? ¿Son necesarias estas palabras tan terriblemente artificiales? ¿No se puede decir lo mismo de una forma más natural y humana? ¿Debe ser insoportable un libro para que sea de filosofía?.
Siguiendo la estela de estas palabras que Friedrich W. J. Shelling dejó escritas hace más de doscientos años, Günther Anders centró buena parte de su obra en la reflexión sobre el lenguaje y el estilo filosóficos. Su búsqueda de un tono directo, lo menos deformado posible, que beba del mismo lenguaje cotidiano sin que por ello pierda precisión y claridad, lo opuso a la forma estilísticamente esotérica habitual dentro de su propio gremio: Porque no hay ningún grupo que escriba en bloque de forma tan deplorable como ellos, y su tono de mezcla de cátedra sagrada, de mística y olor a moho, de exaltación y cuero es apenas soportable al oído del amante de la verdad.
De todo ello trata, con ironía y a veces con amargura, pero con implacable lucidez, el texto que aquí presentamos, Sobre el esoterismo del lenguaje filosófico, hasta la fecha la única versión completa y corregida que existe en castellano.
Günther Anders (pseudónimo de Günther Sigmund Stern) nace el 12 de julio de 1902 en Breslau. Cursa estudios de Filosofía y se doctora en 1923 bajo la dirección de Husserl. A continuación realiza simultáneamente trabajos filosóficos, periodísticos y literarios en París y Berlín. En 1929 contrae matrimonio con Hannah Arendt, de la que se separará siete años después. Emigra en 1933 a París y en 1936 a Estados Unidos. Allí realizará trabajos como operario fabril y otros de carácter eventual, experiencia esta que influirá más tarde en su obra principal Die Antiquiertheit des Menschen (La obsolescencia del hombre). Pre-Textos publicó en 2007 Hombre sin mundo, obra de marcado tono filosófico, que reúne, no obstante, textos dedicados a escritores y artistas con los que, en su mayoría, el autor mantuvo una relación más o menos estrecha: Brecht, Broch, Döblin, Heartfield, Grosz y Kafka. Como destacado activista del movimiento antinuclear internacional intenta ya, desde el año 1945, responder adecuadamente al peligro atómico. En 1950 regresa a Europa y se establece en Viena. Visita Hiroshima en 1958 y en 1959 mantiene una intensa correspondencia con el piloto que dejó caer las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas, Claude Eatherly. Fue también un comprometido opositor a la guerra de Vietnam. Hasta el momento escasamente conocida en España, su vasta obra escrita se vio recompensada en vida del autor por numerosos e importantes premios literarios, científicos y periodísticos. Fallece el 17 de diciembre de 1992 en la capital austríaca.