THÉROIGNE DE MÉRICOURT
Fue una figura incómoda, irreductible y excesiva, que recibió los peores adjetivos imaginables: amante de las matanzas, histérica, loca, caníbal. Suscitó el rechazo de muchos hombres de su tiempo, incluso de los pretendidamente revolucionarios. Los aristócratas estaban aterrados: «Esta furia me llamaba por mi nombre y me anunciaba que pronto vería caer mi cabeza y bebería mi sangre», confesó uno de ellos. La bella Théroigne, aquella por la que preguntaba el poeta Baudelaire «excitando al asalto a un pueblo sin calzado, con las mejillas y los ojos de fuego», tuvo la osadía de resucitar el mito de las amazonas al irrumpir en la Asamblea y, ante los sorprendidos jacobinos, exigir formar batallones de mujeres armadas, sus temidas amazonas en armas.