MULDER, ELISABETH
Cuando se nos ha ocultado buena parte de la obra literaria y artística producida en el primer tercio del siglo XX, aquella escrita por mujeres, reeditar Una sombra entre los dos es descubrir que durante décadas nos han dejado huérfanos de una novela de ejecución impecable, que se adelantó a su tiempo en cuanto a técnicas narrativas, elogiadas y muy reconocidas en autores posteriores, y que ofrece una visión de la realidad desde un punto de vista novedoso, el de la mujer. Una visión muy diferente de lo que, incluso, la sociedad moderna actual parece tener claro que es la novela escrita por mujeres. La intención de Elisabeth Mulder con esta obra no es tanto reflejar la situación concreta de la mujer en el hogar o la de reivindicar un estado de igualdad como ciudadana, sino la de mostrar la postura real de una sociedad que, aunque parecía haber avanzado a pasos agigantados respecto a la normalización de la mujer en los distintos ámbitos sociales, sin embargo se revelaba como un espejismo, una sombra que se desvanece en el momento en el que nos acercamos a ella. Elisabeth Mulder pretende evidenciar lo falso. Aunque escrita en 1934, esta novela, nos retrata una realidad de lo más actual. Cada vez son más las Patricias que toman las calles gritando con fuerza para dar testimonio de un estado político y social que se disfraza de justo, equitativo, paritario, pero cuya hipocresía se descubre en cada asesinato por violencia de género, en cada agresión sexual, laboral, cotidiana? Casi un siglo separan a la mujer de hoy de la protagonista de Una sombra entre los dos, un siglo que, tal y como nos revela su autora, parece definirse más que por cien años, por un próximo ayer.
Elisabeth Mulder Pierluisi (Barcelona 1904-1987), poeta, dramaturga, traductora (tradujo al español las obras de Pushkin, Baudelaire, Charles Morgan, Pearl S. Buck, Shelley o Keats). Tenía quince años cuando ganó los juegos florales celebrados en la localidad de Sarriá, con un poema de título «Circe». El Noticiero Universal propaga la noticia y nos descubre que a esa corta edad era ya redactora del diario local, firmando las crónicas con el pseudónimo «Esfinge». Ninguno de sus poemarios, de sus novelas (algunas incluso versionada para el cine, como Preludio a la muerte (1941) en la que se inspira la película Verónica), ninguno de los volúmenes de narraciones cortas o de teatro, esto es, seis poemarios (Embrujamiento (1927), La canción cristalina (1928), Sinfonía en rojo (1929), La hora emocionada (1931), Paisajes y Meditaciones (1933) y Poemas Mediterráneos (1949)); seis libros de relatos (Una china en casa (1941), Este mundo (1945) o Las noches del gato verde (1963), etc.); quince novelas (entre las que destacamos La Historia de Java (1935), Crepúsculo de una ninfa (1942), El hombre que acabó en las islas (1944), Alba Grey (1947) o El vendedor de vidas (1953) y dos obras de teatro (Romance a media noche (1936) y Casa Fontana (1948), pasaron desapercibidas para la prensa española. Desde su primer poemario los diarios se van a hacer eco de las novedades editoriales, de las traducciones, entrevistas? Elisabeth Mulder llegó a convertirse en un personaje crucial para la intelectualidad del momento. Colaboró con la revista Ínsula, con ABC, La Vanguardia; perteneció al grupo de Eugenio d?Ors, la «Academia del Faro de San Cristóbal», o a la tertulia «Trascacho». El Paseo Bonanova 53 fue lugar obligado de peregrinación para muchos de los intelectuales que pasaban por Barcelona. Figuras tan dispares como Victoria Kent, Camilo J. Cela, Salvador Espriu, Concha Espina, Leopoldo Panero o Consuelo Berges, forman parte de la lista de escritores que firman la ingente correspondencia que aún hoy guardan los cajones de su escritorio.