AA.VV
Si queremos que el Holocausto no se convierta en cualquier cosa o en nada, si no queremos banalizarlo, es preciso definirlo estrictamente. Y, lejos del juicio de intenciones, la mejor forma de hacerlo es señalando sus coordenadas espaciotemporales y su singular carácter político: el Holocausto es una cuestión de Estado.