SAN AGUSTÍN
Precursor especial del género memorialístico y la literatura autobiográfica, San Agustín se inscribe en la nómina de los autores clásicos que han transmitido a Occidente un testamento vital y literario de la mayor envergadura. Esta selección agustiniana configura la imagen de la obra del autor comenzando con la traducción de una parte del primer libro de las Confesiones, en la que se narra su infancia. Esta primera etapa de infancia ya es, de manera significativa, de incipientes dilemas morales. Propone en consecuencia, a través del valor redentor de la virtud, modelos de conducta esenciales para la salvación espiritual del ser humano. En ese afán se insertan las siguientes obras seleccionadas, a saber, El dominio de los deseos y La mentira. A estas se añade La vida feliz, escrito que sigue la estela de Cicerón o de Séneca y, en una visión más teleológica, se aproxima a la razón de la auténtica felicidad, que no puede hallarse sino en el conocimiento de Dios. Completan esta perspectiva antológica dos testimonios de menor difusión, pero no por ello menos interesantes: La música, sobre rítmica y proporciones