FERRO, MARC
En 1894, Nicolás II, quien sería el último zar de Rusia, lloró cuando supo que iba a reinar. Hubiese querido ser marino, viajar, recorrer el mundo. Tendría, en cambio, que asistir a consejos, leer informes, decidir: gobernar. De su condición disfrutaba las ceremonias y las fiestas; amaba la caza, la ópera y el ballet; en resumen, la vida mundana, en donde sabía desenvolverse. Dominado por su esposa, Alejandra Fedorovna -sometida a su vez a la influencia de Rasputín-, Nicolás II mereció el apelativo de "el Sangriento" a pesar de que hubiera querido ser el apóstol de la paz. Lamentó los efectos de las crueles medidas que tomó, pero creía cumplir con su deber de mantener el poder zarista obedeciendo un mandato divino. En esta obra, Marc Ferro muestra las fisuras en la formación y el carácter de un hombre que creció de espaldas a la realidad de su país, y la soberbia y el voluntarismo fatal que lo llevaron a morir tras un largo secuestro junto con toda su familia.