REY MARCOS, JUAN JOSÉ
Cuando Dios Padre inventó la eternidad, no imaginó que podría llegar a hacérsele bastante pesada: siempre lo mismo y, sobre todo, siempre la misma música celestial. Hasta que un día el azar le obligó a buscar un músico que renovase la caduca armonía eterna. Entonces descubrió que otros dioses y algunos humanos ingeniosos habían desarrollado a lo largo de los siglos muchas posibilidades de jugar con los sonidos. Quedó maravillado con lo que pudo escuchar e inmediatamente quiso contratar para su paraíso al músico capaz de componer una música eterna, así es que convocó unas oposiciones que resultaron históricas por la calidad de quienes se presentaron a ocupar el prestigioso puesto para lo que quede de eternidad. La farsa imaginada por Pepe Rey se mueve entre las bromas y las veras, resultando tan recomendable para chicos como para grandes. El viejo ideal horaciano de «enseñar deleitando» se materializa en un texto entre erudito y burlón sazonado con humor inteligente.