JORGE, LIDIA
Escuchad el silencio de la casa en la madrugada. El pasillo está aún a oscuras y la puerta del fondo se mantiene cerrada, pero ellos ya se han reído, han hablado y se han callado de nuevo. El cuarto, sin embargo, continúa cerrado con pestillo. Ahora la criada de fuera, venida del jardín, atraviesa la cocina y toma la bolsa en la que colocará el pan después de haber ido a buscarlo. Ya la ha sacudido. Mientras tanto, la criada de dentro ha calentado el agua. Ha colocado las jarras a la puerta del cuarto de baño. Son de metal. Entonces, por fi n, la puerta del fondo se abre, mi madre sale, mi madre entra, y sólo después es el turno de mi padre para atravesar el pasillo. Yo me quedo acostada. Cuando la criada de dentro viene a buscarme tengo los ojos cerrados, los párpados apretados, pero ella sabe de sobra que no estoy durmiendo. Entonces, envuelta en un chal en el regazo de la criada asistiré al desayuno de mi padre. Eran los tiempos de las grandes casas para tres personas, los tiempos de las criadas, los tiempos del agua no canalizada, los tiempos de una única lámpara colgada del techo, los tiempos de los jardines domésticos con lagos y peces rojos, los tiempos de los profesores de Latín, como mi padre