SARIEGO MARTÍNEZ, JOSÉ MANUEL
Ganas tenía de contar cosas a tumba abierta, despojadas de tapujos, de eufemismos, de seudónimos. Mis cosas. Ubicada en un difuso más allá, una suerte de no lugar, Acilina revuelve a su antojo en el estuche de su memoria, llevando al lector por distintos parajes y tiempos, recuperando imágenes e historias y opinando sobre lo pasado, lo presente y hasta sobre lo por venir.
Decidida a contar, a contarse y a contárnoslo todo a pesar de todo, con la impunidad y el descaro de quien se sabe al margen del mundo y sabedora del carácter de verdad que reconocemos a la palabra de los moribundos y los difuntos, su monólogo fragmentario termina perfilando todas las mujeres que fue esa Acilina que tenía ganas de contarnos cosas a tumba abierta: la moribunda en la cama de un hospital atestada de morfina; la enferma de cáncer con la quimio surcándole las venas; la mujer trabajadora, siempre apremiada por la necesidad, viviendo de prestado, madrugando mientras la ciudad se despereza, bregando por la vida; la maltratada, preocupada sobre todo de proteger a sus hijos; la enamorada de un primer marido que se llevó la mina; la hija del fusilado en el penal de Burgos; la que cree que su madre no la quiso; y, sobre todo, la madre de los suyos, a quienes cuenta su historia y hace legatarios de sus reinos, una especie de memorias que son las suyas, pero también retazo de las de un tiempo y un país.