GARRIDO, DIEGO
El diario de Stanislaus Joyce: un «retrato del artista adolescente» escrito por el hermano del autor de Ulises. Stanislaus, segundo hijo varón de una destructiva estirpe de borrachos, quisiera creer, como su hermano mayor, que la literatura salva. Pero quizá solo distraiga o alivie. «Todos los seres humanos -apunta un 12 de mayo en su diario o Libro de los días- pasamos la vida elaborando ficciones en nuestras cabezas, solo que algunos pocos logran pasarlas al papel y quedarse más o menos a gusto. Yo tengo la obsesión sin la capacidad. Cuanto más escribo más la tengo.» Pero a su lado está Jim, un probable idiota o un genio que hace palidecer esta obsesión ascendente de su hermano menor o «piedra de afilar».¿Qué opción le queda a Stanislaus, atrapado en esa ruina de clase media decreciente que es su hogar? No quiere parecerse a Jim, que es un irresponsable, un descerebrado total, capaz de entusiasmarse con cualquier tontería y de renovar su entusiasmo sin sentirse absurdo; pero menos aún quiere asemejarse a su padre, una especie de Abraham irlandés violento y cantarín ahogado en alcohol, «un Saturno con orejeras»; o a su hermano Charlie, un sacerdote en ciernes y un bebedor adicto a los burdeles; o a sus muchas y pobres hermanas, herederas del silencio de su madre.¿Qué salida hay para el rígido Stanislaus, que no quiere ser ni una cosa ni la contraria? Porque: «¡Qué fácil es abrazar los extremos! -apunta la noche del 15 de marzo-. ¡Qué difícil lograr un punto medio! El punto medio se asociará siempre a la mediocridad, y nunca al genio».Su refugio momentáneo: el silencio y la escritura. Su esperanza: una vida lejos de su país y al lado de la persona que quiere, Kathleen Murray, joven de catorce años que existe a medias en el mundo real y a medias en su oscura imaginación.