ANDRÉS LOMEÑA CANTOS
Sabemos que los filósofos andan un poco empanados desde que Tales deMileto se cayó en un pozo de tanto mirar el firmamento. A otrospensadores igual de despistados los han pillado con las manos en lamasa: hornean grandes ideas de las que salen sistemas filosóficoscompletamente alejados de la realidad. En realidad, un filósofoartesano debería ser como un maestro panadero que ofrece diferentesestilos y sabores: baguette (Descartes), pan cateto (Heidegger), barra de Viena (Wittgenstein), chapata (Vico) o mollete antequerano (MaríaZambrano). Asimismo, los filósofos suelen ser buenos cerveceros, puesla cerveza y el pan son hermanos gemelos. La filosofía no ofrece unade cal y otra de arena, sino pan (sustancia, materia) y muchas bebidas espirituosas (imaginación, posibilidad). Por eso algunos profanosconsideran que un filósofo se parece más a un borrachín parloteandocon sus colegas de profesión que a un panadero, aunque ya dijo Günther Anders: «Un filósofo que escribe solo para filósofos es tan absurdocomo un panadero que solo hace pan para otros panaderos».
Andrés Lomeña, autor de Filosofía a sorbos, se ar