JESÚS SALGADO
No es frecuente que las grandes fortunas españolas sobrevivan a varias generaciones. Rara vez los nietos siguen en la brecha. La saga Botín es una de esas escasas excepciones. Las distintas generaciones de los Botín llevan más de cien años al frente del grupo Santander.
El más claro exponente de la saga, que aparece en la capital cántabra a principios del siglo XIX, es Emilio Botín Ríos, actual presidente del Santander. En él los principios y la ambición personal se unen en la convicción de que tiene tanto la capacidad como el deber genético de conservar la abultada herencia recibida, y, al mismo tiempo la suficiente garra para cambiar las cosas con el fin de ir adaptándolas a los nuevos tiempos. Esta es la clave de su éxito: innovar sin perder el horizonte en ello. Así, de un banco local en tiempos de su abuelo, ha conseguido hacer uno global encaramado en los primeros puestos de la banca mundial.
Emilio Botín Ríos nació para ser banquero. La atmósfera donde se crió estaba sobresaturada de economía financiera. La vida de banquero, con sus atracciones paralelas de servicio y de poder, era para él el único modelo visible y disponible como alternativa de futuro profesional.
Es posible que jamás hubiera imaginado que había nacido para mandar tanto. Seguro que así fue cuando era joven, pero el paso del tiempo le llevó, lenta e irremediablemente, hacia la cúspide del escalafón del mando.
Ahora, con Emilio Botín Ríos superados los tres cuartos de siglo de vida, la gran incógnita es saber quién será quien tome el relevo. A él le quedan años por delante para hacer una transición tranquila que seguramente ya está diseñada en su cabeza. Su padre dejó la presidencia en sus manos cumplidos los 84 años. ¿Cuándo lo va a hacer él? Sólo el cielo y Emilio Botín Ríos lo saben.