CALDERÓN DE LA BARCA
Calderón de la Barca sabía perfectamente del gran poder del teatro para crear imaginarios hasta ese momento desconocidos. Hijo de la Contrarreforma, tenía que satisfacer las necesidades dogmáticas que la Iglesia de su tiempo imponía. El genio creador de Calderón intentó en innumerables ocasiones conjugar su obediencia a esos principios dogmáticos con elementos que elevasen la consciencia de sus espectadores a espacios más allá de la obediencia ciega y les permitiesen amplias cotas de reflexión, abrazando la naturaleza humana sin límites. El gran teatro del mundo es una obra paradigmática en ese sentido. En ella se conjuga un imaginario escénico inédito en su tiempo y una versificación de una extraordinaria belleza, con unas reflexiones espirituales y filosóficas de gran profundidad que proponen a los espectadores del siglo XVII y a nosotros mismos amplias cotas de reflexión sobre la naturaleza de nuestra existencia y los valores que la acompañan.