BUNIN, IVÁN
Los escritores rusos del siglo xx han sido traducidos y leídos en Occidente sobre todo debido a su carácter innovador y ?vanguardista?, y por el interés que han despertado sus relaciones más o menos conflictivas con el régimen soviético. Por otra parte, a exiliados como Nabokov o Brodsky les favoreció el cambio de lengua y su incorporación a la poderosa literatura angloamericana. Pero a Bunin le pasó lo que a la mucho más joven Nina Berberova: como su imagen no se ajustaba a la del escritor experimental o políticamente radical en boga durante la primera mitad del siglo xx, permanecieron mucho tiempo en la penumbra de la emigración sin ser apenas traducidos, en compañía de otros valiosos autores rusos. Bien es verdad que la condición de premio Nóbel de Bunin ha impulsado esporádicos esfuerzos por dar a conocer su obra en otras lenguas.
Después de una temprana madurez y reconocimiento en su país, el desarrollo de Bunin como escritor se caracterizaría hasta el último momento por unas intermitencias y unos bruscos virajes que hacen esquiva su ?gura. El que este desarrollo tuviera lugar a contrapelo de las principales corrientes ideológicas y estéticas del siglo xx contribuyó aún más a la marginación de Iván Bunin, hasta el punto de que, poco antes de morir, en su exilio francés, algunos equivocadamente lo vieran como un fantasma anacrónico de la Rusia prerrevolucionaria y él mismo se sintiera tan solo y desplazado como Napoleón en Santa Elena.
No obstante alguno de los últimos cuentos de Bunin aquí recogidos, quizá unos relatos de tema erótico que reflejan una actualidad donde también reinan el anonimato, la efímera promiscuidad sexual, los desencuentros y la confusión sentimental.